Comentarios y criticas

"Me asesinaron en 1942"


Psiquiatra y gurú de famosos, sus libros sobre terapia de regresión a vidas pasadas se publican en 26 idiomas. Los enigmas de su pasado.


Se hizo tan famoso por su terapia de regresión a vidas pasadas que hasta la popular Shakira lo menciona en el estribillo de su hit "No creo": "No creo en Carlos Marx / No creo en Jean Paul Sartre / No creo en Brian Weiss". El psiquiatra, judío y creyente de la reencarnación, se siente a esta altura agradecido: recibió millares de consultas a raíz de la difundida incredulidad de la cantante pop. Y no paró de vender sus libros, más de 10 millones de ejemplares en 26 idiomas, en los cuales resume 25 años de investigación sobre las "almas gemelas" esparcidas por el mundo.

Atendió ya más de 4.000 pacientes y es considerado un gurú -él no lo desmiente- por ricos y famosos de la farándula y el poder. Se convirtió en una especie de alma "facturadora", sobre todo en países como China, India y Japón, aunque ahora se queje de cobrar apenas un 7% del precio de tapa de cada ejemplar vendido en esta vida.

El canal esotérico "Infinito" lo presentó en el hotel Conrad de Punta del Este. Instruyó durante seis horas con sus técnicas a 1000 personas, que pagaron por la inscripción 120 dólares per cápita, entre ellas la modelo y actriz Araceli González y su novio Roberto Behrens y Mercedes ‘Mecha’ Sarrabayrrouse, la hija de Susana Giménez.

Brian Weiss no tiene problemas en confesar, muy suelto de cuerpo, que "regresó" a su actual vida como hijo de Alvin y Dorothy Weiss y como psiquiatra, pero que en su vida pasada fue miembro de la resistencia checa, hasta que "me asesinaron en 1942 o 1943". Y no descarta que su impulso de investigar y curar proceda de otra vida, como sacerdote de la antigua Babilonia: "El alma elige a nuestros padres, opté por los míos porque, con ellos, sabía que sería fácil aprender. Mi padre reverenciaba el mundo académico y quería que fuera médico. También le gustaba la religión y me instruyó en el judaísmo. Así me convertí en rabino laico, en psiquiatra. Mi madre era cariñosa y nada crítica. De ella heredé una seguridad en mí mismo que, con el paso de los años, me permitió arriesgar mi carrera profesional y mi estabilidad económica al publicar ‘Muchas vidas, muchos maestros’ (su primer best seller). Ninguno de ellos era espiritual, en el sentido que la New Age le da a la palabra, y ninguno de los dos creía en la reencarnación".

Por: José Antonio Diaz (desde Punta del Este)

 
 
FUENTE:http://www.noticias.uol.com.ar/edicion_1520/nota_06_2.htm





El niño que enloqueció de amor, Eduardo Barrios

Corría el año 1915 cuando Eduardo Barrios, que había iniciado su fructífera carrera literaria publicando su primer libro en 1908, lanzaba su tercer título. Para ser honestos, sus dos primeras obras no fueron comentadas demasiado, aún hoy cuesta encontrar críticas sobre ellas. Sin embargo, con El niño que enloqueció de amor todo fue distinto. De hecho, no fue poca la polémica que generó esta obra por su atrevida trama a principios del siglo pasado.
La narración, que usa el recurso de presentarnos dos narradores, un primero que abre y cierra la novela y nos explica que se trata de un diario de vida y el segundo, un niño que a su corta edad vive como un adolescente los dolores y penurias de un amor demasiado idealizado y, peor aún, no correspondido. Ya eso, la intención de una relación entre un niño y un adulto era demasiado para la tradicional y conservadora sociedad de la época. No obstante, la obra tiene mucho más que eso, seguramente otro motivo de escándalo es que nos habla de la soledad que siente un hijo natural que no conoce su condición y que ignora el secreto mejor guardado de la novela: Carlos Romeral, presentado como amigo de la familia, es su verdadero padre. Aunque él no lo sepa y aunque el narrador nunca lo diga, las pistas que quedan por todos lados de la obra lo evidencian sin lugar a dudas. Ello explica también el rechazo que la abuela materna siente por el menor.
Por otra parte, la acertada configuración de los personajes, su pictórica presencia en la novela nos habla de una pluma exquisita y eficiente. Angélica, por ejemplo, la inolvidable musa de este niño enamorado se nos aparece en toda su encantadora presencia, con su gesto y su palabra cercana al niño disfrutando de la compañía de éste, pero siempre viéndolo como un pequeño.
Los rigores del Colegio, las bajas notas en el rendimiento académico, la falta de apetito y el cambio de humor, nos muestran a un niño enamorado, incomprendido por los adultos que achacan a la anemia o al alcohol los problemas del pequeño. Recorremos con el niño toda su larga agonía, jalonada de largas tristezas y escasísimas alegrías.
Sabemos también, por cierto, del amor de la madre, del rechazo de la abuela y de la cercanía de Carlos Romeral. Todo ello gracias al oficio y calidad de un escritor que dejó una impronta imborrable en la historia de nuestras letras.
Qué duda cabe que esta breve novela es clásico, cuya trama y vigencia sigue tan fresca como hace casi cien años y que hasta hoy arranca lágrimas emocionadas a los lectores más sensibles.
Una obra imperdible. Un clásico de la novela chilena.
Prof. Benedicto González Vargas




FUENTE:http://pedablogia.wordpress.com/2008/06/03/454/